37. La Iglesia:
Su Servicio y Mayordomía
por Lewis Sperry Chafer
A. SU SERVICIO A DIOS
Servicio es cualquier trabajo
realizado en beneficio de otra persona.
Cuando se estudia este
tema
en la Biblia, se observa una serie de similitudes y contrastes
entre el Antiguo Testamento y
el Nuevo. Casi cada doctrina se encuentra
anunciada en el Antiguo Testamento y casi cada
doctrina del Antiguo Testamento es acabada hasta la perfección en el Nuevo. El tema del
servicio no es excepción;
se vera que su estudio será en gran parte
el reconocimiento del tipo del Antiguo
Testamento
y su relación con el antitipo del Nuevo
Testamento.
El servicio que Dios pide, ya sea en el Antiguo
Testamento o en el Nuevo,
es entregado primariamente a un sacerdocio divinamente preparado.
En el orden del Antiguo Testamento el sacerdocio era una jerarquía que estaba sobre la nación,
y servían bajo la autoridad
del sumo sacerdote. En el orden del Nuevo Testamento cada creyente es un sacerdote para Dios (1 P. 2:5-
9; Ap. 1:6). Toda la compañía de sacerdotes
que ministran en el Nuevo Testamento están bajo la autoridad
de Cristo, que es el verdadero Sumo Sacerdote, de quien todos los demás sumos sacerdotes solo
eran tipos.
Por lo tanto, en conformidad con el orden del
Nuevo
Testamento,
el servicio
ha
sido
entregado a todos los creyentes por igual y sobre la base de su relación sacerdotal con Dios. En
su ministerio sacerdotal los sacerdotes del Nuevo Testamento, al igual que los sacerdotes del
Antiguo, eran designados
para servir a Dios
y al hombre.
Como no habla un evangelio que predicar
a las naciones en el Antiguo
Testamento,
el servicio sacerdotal durante el período que abarca consistió
solamente en la realización, en el tabernáculo
o en
el templo, del ritual divinamente ordenado.
En contraste con esto, el ministerio sacerdotal
en el Nuevo Testamento es mucho más amplio en su alcance, e incluye no solamente el servicio
a Dios y a sus hermanos en
la fe, sino a todos los hombres
en todo lugar.
1. El servicia de sacrificio es asombrosamente similar en el Antiguo y el Nuevo Testamento.
El sacerdote del Antiguo Testamento era santificado o apartado por el hecho de que había nacido en
la familia sacerdotal de Leví y por el hecho de que él, tras la debida ceremonia, era investido sacerdote, oficio con carácter de continuo mientras viviera. Además, era purificado al principio
de su ministerio por medio de un baño
definitivo (Ex. 29:4).
En el cumplimiento del antitipo, el creyente sacerdote es purificado de una vez para siempre
en el momento que recibe la salvación (Col. 2:13; Tit. 3:5) y, en virtud
de su salvación, es
apartado para Dios. Así también es introducido en la familia de Dios por el nuevo nacimiento.
Además de esto, se exige particularmente del sacerdote
del Nuevo Testamento que se dedique a
Dios en forma voluntaria.
Tocante a su autodedicación, leemos: Así que, hermanos,
os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto"
(Ro. 12:1). La frase "las misericordias de Dios" se refiere a los
grandes hechos de la salvación que han
sido planteados
en
los
capítulos precedentes
del libro de Romanos, misericordias a las que todo
creyente ingresa
en el momento de ser salvo; mientras que la presentación del cuerpo como sacrificio vivo es la autodedicación
a la voluntad de Dios de todo lo
que el creyente es o tiene. Lo que de esta manera se dedica a Dios, El lo acepta y lo pone donde El quiere en su campo
de servicio (Ef. 2:10).
Según las Escrituras, este acto divino de aceptar y dar un lugar de servicio es la consagración.
Por lo tanto, el creyente sacerdote puede dedicarse a sí mismo, pero nunca consagrarse a Dios. En conexión
con
el acto divino de la consagración, debiera observarse que la obra actual de Cristo como Sumo Sacerdote —recibir, dirigir y administrar
el servicio de los creyentes—
cumple lo que era tipificado por el ministerio del sacerdote del Antiguo
Testamento en la
consagración de los hijos de Leví.
Habiéndose rendido a Dios y al no conformarse más a este mundo, el creyente sacerdote experimentará la vida transformada por el poder del Espíritu que mora en él, y por aquel poder experimentará
"cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta"
(Ro. 12:2).
Según el orden del Nuevo Testamento el servicio sacerdotal en el sacrificio hacia Dios es cuádruple: a) la dedicación de sí, que es, según se declara,
un servicio racional (Ro. 12:1), o más literalmente un "ulto espiritual" Como Cristo mismo era el sacrificador y el sacrificio,
así el creyente puede glorificar a Dios ofreciendo todo su cuerpo como un sacrificio vivo a Dios; b) el
sacrificio de labios que es la voz de alabanza y debe ser ofrecido
continuamente (He. 13:15); c)
el sacrificio de sustancia (Fil. 4:18);
d) el sacrificio de buenas obras (He. 13:16).
En cuanto a la purificación de los sacerdotes, debe notarse nuevamente que el sacerdote del Antiguo Testamento al entrar en su santo oficio fue purificado
de una vez por todas por un baño
completo, que fue administrado por otro (Ex. 29:4); sin embargo, aunque estaba completamente
bañado, se requería que se limpiara con un lavamiento parcial en el lavacro
de bronce, y esto antes de emprender cualquier
servicio
sacerdotal. Al cumplir el significado típico
de esto, el
sacerdote del Nuevo Testamento, aunque enteramente purificado y perdonado al ser salvo, tiene
que cumplir con la
exigencia de
confesar todo pecado conocido en todo tiempo a fin
de mantenerse puro y en buenas condiciones para tener comunión con Dios (1 Jn. 1:9). Así como la
ordenación sacerdotal del sacerdote del Antiguo Testamento era para toda la vida, el sacerdote del Nuevo Testamento es un sacerdote
de Dios para siempre.
2. El servicio de adoración, que será presentado detalladamente en un capitulo
posterior, puede ser considerado aquí como parte del servicio de cada creyente sacerdote en la era actual,
así como era parte de la adoración y el servicio de todo sacerdote del Antiguo Testamento. Así como en el orden del Antiguo Testamento los muebles del lugar santo simbolizaban la adoración
sacerdotal y todo aspecto y utensilio de aquel lugar hablaba de Cristo, la adoración del creyente es por Cristo y solamente por medio de El.
Repetimos que en el servicio hacia Dios la adoración del creyente puede ser el ofrecimiento de
si mismo a Dios (Ro. 12:1), el reconocimiento de todo corazón que la alabanza y la acción de gracias pertenecen al Señor (He. 13:15), o la presentación
de ofrendas.
En conexión con la adoración
de
los sacerdotes
del
Antiguo Testamento había
dos
prohibiciones, y éstas también tienen
un significado típico. No debían llevar
incienso extraño
(Ex. 30:9), lo que típicamente habla de la pura formalidad en el servicio a Dios, y no se permitía fuego extraño (Lev. 10:1), lo que simbolizaba el dejarse llevar por las emociones
carnales como sustituto de la verdadera devoción a Cristo, o el amor a las cosas
de menor importancia con exclusión del amor a Cristo
(1 Co. 1:11-13; Col. 2:8,
16-19).
3. El servicio de intercesión,
que consideraremos en un capítulo posterior, es una importante función del creyente sacerdote. Como el profeta es el representante de Dios ante el pueblo, así el
sacerdote es el representante del pueblo ante Dios. Como el sacerdocio
era una institución
divina, siempre habla acceso a la presencia
de Dios; sin embargo, ningún sacerdote
de la antigua
dispensación podía entrar en el lugar Santísimo salvo el sumo sacerdote, y esto, una sola vez en el año y con la sangre de un sacrificio (He. 9:7).
En esta dispensación Cristo, como sumo sacerdote,
ha entrado con su propia sangre en el santuario celestial (He. 4:
14-16; 9:24; 10:19-22)
y esta intercediendo por los suyos que están
en el mundo (Ro. 8:34;
He. 7:25). Cuando Cristo murió el velo del templo se rasgó, lo que significa que ahora está
abierto el camino hacia el lugar Santísimo, no para el mundo, sino para todo aquel que acuda a
Dios sobre la base de la sangre derramada
por Cristo (He. 10:19-22).
Teniendo un acceso sin impedimentos a la presencia
de Dios a causa de la sangre de Cristo, el sacerdote del Nuevo Testamento tiene el privilegio de ministrar en la intercesión
(Ro. 8:26-27; He. 10:19-22; 1 Ti.
2:1; Col. 4:12).
B. SERVICIO AL HOMBRE
Hay un arreglo divino en el orden de la verdad como se encuentra
en Romanos 12:1-8. Aquí,
como en todas las Escrituras, el servicio cristiano no se menciona hasta
que han sido presentadas las grandes cuestiones de la dedicación y la consagración. Inmediatamente después del mensaje acerca de estos puntos fundamentales
se introduce el tema de la concesión de dones para el servicio, y en relación a esto es importante
observar la amplia diferencia que hay entre el uso
bíblico de la palabra "don" y el sentido que se le da en el lenguaje común. Generalmente se entiende por don alguna habilidad natural recibida por nacimiento y que lo capacita a uno para hacer cosas especiales. Según el uso bíblico de la palabra,
don es un ministerio del Espíritu que
mora
en
el
creyente. Es el
Espíritu que
realiza un servicio
y
usa
al creyente como
un
instrumento. En ningún sentido es algo que el creyente obra solo, ni siquiera algo hecho por el
creyente con ayuda del Espíritu. El servicio cristiano se presenta como
una "mafestación del Espíritu"(1 Co. 12:7),
del mismo modo que el
carácter cristiano es un fruto del Espíritu
(Ga. 5:2-
23).
Aunque cada creyente posee algunos dones divinamente otorgados (1 Co. 12:7; Ef. 4:7), hay
una diversidad de dones (Ro. 12:6; 1 Co. 12:4-11; Ef. 4:11). Los creyentes no han sido todos
designados para hacer la misma cosa. En esto hay un contraste con el oficio sacerdotal
en que todos los creyentes sacrifican, adoran e interceden. Aunque algunos dones representativos que son
generales han sido
nombrados en las Escrituras
(Ro. 12:6-8; 1 Co. 12:8-11; Ef. 4:11), y aunque
algunos de éstos evidentemente han cesado (1 Co. 13:8), es probable que el ministerio
del Espíritu a través de los creyentes sea variado según las circunstancias en medio de las cuales
deben servir.
Los dones son otorgados para que el siervo de Dios sea para "provecho" (1 Co. 12:7), y está,
por lo tanto, implícito que el servicio brindado en la fuerza de la carne no es provechoso. La manifestación del Espíritu en el ejercicio de un don es como "ríos de agua viva"
(Jn. 7:37-39), y
es la
realización de las "buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef.
2:10).
Sin necesidad
de
exigencia alguna, los
creyentes
llenos
del Espíritu Santo están
constantemente activos en el ejercicio
de sus dones. Los cristianos
carnales, aunque poseen un don,
no están activos
en su ejercicio, ni responden a las exhortaciones humanas.
Sin embargo,
cuando arreglan cuentas con Dios por la confesión del pecado, la rendición de su vida y el
caminar en dependencia del Espíritu que mora en ellos, inmediatamente son llenos del Espíritu y
como resultado desean hacer la voluntad
de Dios, y por su poder suficiente que obra en ellos
llegan a ser útiles en el servicio
para el que fueron ordenados por Dios. Los cristianos no son
llenos del Espíritu Santo como resultado
de estar activos en el servicio;
la verdad es que están
activos en el servicio porque están llenos del Espíritu. Asimismo, a veces es la voluntad de Dios
que toda actividad cese y que el siervo fatigado descanse. Fue Cristo quien dijo: "Venid vosotros aparte... y descansad."
C. SU MAYORDOMIA
La responsabilidad del cristiano en la mayordomía puede ser considerada bajo tres aspectos:
1) ganar dinero, 2) poseer dinero, 3) dar dinero.
Puesto que el dinero obtenido por medio del
trabajo es vida humana en forma concreta, y por cuanto el dinero así ganado es un factor vital en
la vida espiritual
y en el progreso material, el hijo de Dios debe enfrentar
su responsabilidad como mayordomo que será juzgado ante el tribunal de Cristo (Ro. 14:10-12). Con demasiada
frecuencia el hijo de Dios gana el dinero, lo posee o lo da sin reconocer la relación
fundamental que sustenta con Dios.
1. El
cristiano debe ganar el dinero
de una manera que sea digna de la relación que
el cristiano tiene con Dios. Como nos amonesta
el mandamiento, "hacedlo todo para la gloria
de Dios" (1
Co. 10:31). Ha sido ordenado divinamente que todos trabajen (Gn. 3:19; 2 Ts. 3:10),
y el cristiano no ha sido exceptuado. Sin embargo, para el creyente espiritual e instruido el trabajo es
más que sólo ganarse la vida; es hacer la voluntad
de Dios. Todo empleo, por sencillo que sea,
debe ser aceptado por el hijo de Dios coma una tarea específicamente asignada por Dios, y debe
ser hecha
para El, o no hacerse.
El hecho incidental de que a Dios le haya placido dar el pan y el vestido a sus hijos par medio del trabajo cotidiano no debe oscurecer la verdad mayor de que Dios, en su infinito
amor, está
preocupado del cuidado de sus hijos, y esto sin referencia
a su poder de ganar dinero (Fil. 4:19;
He. 13:5). No es veraz el dicho: "Dios
provee solamente para los que no pueden proveer para si mismos." El cuida de los suyos en todo tiempo, puesto
que todo lo que tienen proviene de El
(1 S. 2:7).
En las relaciones entre los
hombres
hay
que reconocer la necesidad de
los contratos y salarios, porque "el obrero es digno de su salario" (Lc. 10:7); pero, en relación con su Padre, el ideal más alto del cristiano
acerca de su trabajo
es que, sea lo que fuere que haga, lo hace por voluntad de Dios, por amor. a El
y coma expresión de
su devoción a El. Del mismo modo, lo
que recibe no lo ha ganado, sino que es la expresión del cuidado amoroso del Padre.
Tal actitud no es sentimental
ni poca práctica;
es la (mica
base sobre
la que el creyente puede santificar
todo su trabajo haciéndolo para la gloria de Dios, o
puede estar en condiciones de <<estar siempre gozoso (1
Ts.
5:16) en medio
de las
cargas de la vida.
2. La posesión de dinero constituye una gran responsabilidad para todo cristiano
sincero. En vista de la gran necesidad que se observa en todas las direcciones y del inmensurable bien que el dinero puede hacer, todo cristiano
espiritual debe enfrentar la cuestión práctica relativa
a la retención de
sus posesiones en su poder.
Sin duda, con frecuencia
la voluntad de Dios es que uno conserve la propiedad; pero el cristiano
rendido no da esto por concedido. Solo debe quedarse
con su propiedad cuando Dios le orienta específicamente al respecto, y debiera estar sometido a
su control. Los motivos que obran sobre los hombres, ricos y pobres —el deseo de ser ricos (1
Ti. 6:8-9, 17-18; Stg. 1:11; He. 1~:5; Fil. 4:11), el deseo de prevenir
alga para el día de la necesidad (Mt. 6:25-34)
y el deseo de proveer para los demás—, son dignos de elogio solo en la
medida que
cumplan la voluntad de Dios específicamente revelada a
cada individuo.
3. El dar dinero que el cristiano ha ganado es un aspecto importante
de cualquier servicio que
el creyente brinda a
Dios. El yo y el dinero son raíces de muchos males, y en el gasto del dinero,
como en su adquisición y posesión, se espera que el cristiano
esté en una relación de gracia con
Dios. Esta relación supone
que él primero se ha entregado a Dios can una dedicación
sin restricciones (2 Co. 8:5); y una verdadera dedicación a Dios del yo incluye todo lo que uno es y tiene (1
Co.
6:20; 7:23;
1
P. 1:18-19)
—su
vida, tiempo, fuerzas,
capacidades, ideales
y
posesiones
En lo referente a dar dinero, el principio de la gracia incluye el reconocimiento, por parte del
creyente, de la autoridad soberana de Dios sobre todo lo que el creyente es y tiene, y contrasta con el sistema legal del Antiguo
Testamento de los diezmos que estaban en vigor coma una parte de la ley hasta que la ley fue puesta a lado (Jn. 1:16-17; Ro. 6:14; 7:1-6; 2 Co. 3:1-18; Ga. 3:19-
25; 5:18; Ef. 2:15; Col. 2:14). Aunque
algunos principios
de la ley han seguido y se han reafirmado bajo la gracia, coma la observancia
del sabbat, el diezmo no se ha impuesto sobre el
creyente de ésta dispensación. Así coma el día del Señor superó al reposo legal y se ha adaptado
a los principios
de la gracia de una manera que el sabbat no podía, el diezmo ha sido superado par un sistema nuevo de dar que se adapta
a las enseñanzas de la gracia de una manera que el
diezmo no podía hacerlo.
En 2 Corintios 8:1 - 9:15 se resume lo que es el dar baja la gracia, ilustrada par la experiencia
de los santos de Corinto. En este pasaje descubrimos:
a) Cristo era su ejemplo. La forma en que el Señor se dio a sí mismo (2 Co. 8:9) es el patrón de toda dádiva baja la
gracia. El no dio una décima parte; lo dio todo.
b) Su dádiva fue de su profunda
pobreza. Aquí se emplea una sorprendente combinación de frases para describir lo que los corintios experimentaron en
su acción de dar (2 Co. 8:2):
"en grande prueba de tribulación", la abundancia de su gozo, "su profunda pobreza", riquezas de su generosidad. Además, acerca
de
la
liberalidad a pesar
de
la gran
pobreza, debemos
recordar que la ofrenda
de la viuda (Lc. 21:1-4), que fue objeto de elogio de parte de nuestro Señor,
no era
una parte, sino todo lo que
ella tenla.
c) La donación de ellos no fue par mandamiento ni por necesidad.
Bajo la ley, el diezmo era un mandamiento y su pago era una necesidad; baja la gracia Dios no esta buscando el don, sino una
expresión de devoción de parte del dador. Bajo la gracia no se impone ley alguna, y no se
estipula ninguna proporción en el dar; y
aunque es cierto que Dios obra en el corazón rendido
así el querer coma el hacer par su buena voluntad
(Fil. 2:13), El solamente se agrada en la ofrenda dada con alegría (2 Co. 9:7).
Si existiera
una ley que determinara el monto que debe darse, indudablemente habría quienes tratarían de cumplir con el pago aun contra sus propios deseos. Así la ofrenda
de ellos sería
hecha "con tristeza" y "por necesidad". Si se dice que para sostener la obra del evangelio debe
tenerse dinero sin importar
Si fue dado con alegría a can tristeza,
podemos responder
que lo que
cumple con el propósito deseado no es la cantidad dada, sino la bendición divina sobre la
ofrenda.
Cristo dio de comer a cinco mil personas con cinco panes
y dos peces. Hay evidencias
abundantes como para demostrar que, dondequiera que los hijos de Dios han cumplido su
privilegio de dar baja la
gracia, su liberalidad
ha dado coma resultado tener
"siempre en todas las
cosas todo lo suficiente", lo que ha hecho que los creyentes abunden
en buenas obras, porque
Dios es poderoso para hacer qué aun la gracia de dar "abunde en cada creyente (2 Co. 9:8).
d) Los cristianos primitivos "a
sí mismos" se dieron primeramente. La ofrenda aceptable
es precedida de una
completa entrega de si mismo (2
Co. 8:5). Esto sugiere la importante verdad de que el dar
baja la gracia, al igual que el dar bajo la ley, está limitado a una cierta clase de personas. El diezmo jamás fue impuesto
por Dios a otra nación
fuera de Israel.
Así la ofrenda cristiana
está limitada a los creyentes y es más aceptable
cuando es dada por creyentes que han ofrendado sus vidas al Señor.
e) Además, los cristianos de la iglesia primitiva daban sistemáticamente. Al igual que con los diezmos, se sugiere una regularidad sistemática en el dar bajo la gracia. "Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado"(1 Co. 16:2). Esta orden
ha sido dirigida a "cada
uno" (cada cristiano), y esto no excusa a nadie; el dar debe ser de lo que
se ha apartado para ello.
f) Dios sostiene al dador. Dios sostendrá la ofrenda de gracia con sus ilimitados recursos
temporales (2 Co. 9:8-10; Lc. 6:38). En esta conexión se puede ver que los que dan tanto como
la décima parte, normalmente prosperan
en las cosas temporales; pero coma el
creyente no puede
tener relación con la ley (Ga. 5:1), es evidente que esta prosperidad es el cumplimiento de la promesa baja la gracia, y no el cumplimiento de promesas baja la ley. Así ninguna bendición es
dependiente de un diezmar con exactitud.
Las bendiciones son atorgadas porque el corazón se ha expresado a través de la ofrenda.
Es clara que no habrá ofrenda hecha a Dios de corazón que El en su -gracia no reconozca. En esto
no hay oportunidad para que personas astutas se hagan ricos. La ofrenda debe ser de corazón, y la respuesta de Dios será
según
su perfecta voluntad hacia
su
hijo. El puede responder
concediendo riquezas materiales, o por medio de bendiciones temporales según El lo estime
conveniente.
g) Las verdaderas riquezas
son de Dios. Los cristianos
corintios fueron enriquecidos can posesiones
celestiales. Se puede ser rico en posesiones de este
mundo y no ser rico para
con Dios (Lc. 12:21). A tales personas
se extiende la invitación de que compren del Señor
oro que es refinado en fuego (Ap. 3:18). Por media de la absoluta pobreza de Cristo en su muerte, todos
pueden ser enriquecidos (2 Co. 8:9); Es posible ser rico en fe (Stg. 2:5) y rico en buenas abras (1
Ti. 6:18); pero en Cristo Jesús el creyente recibe las "riquezas de su gracia (Ef. 1:7) y las
riquezas de su gloria" (Ef. 3:16).
PREGUNTAS
1. ¿A quién
se ha entregada primariamente el servicio divino?
2. Hacer un contraste
entre los sacerdocios del Antiguo y del Nuevo Testamento en el carácter de su servicio.
3. ¿En qué sentido era similar el
servicio de los sacrificios en ambos Testamentos?
4. ¿En qué forma en particular
se espera que el sacerdote
del Nuevo Testamento se dedique a
sí mismo a Dios en
forma voluntaria?
5. ¿Qué diferencia hay entre dedicación
y consagración?
6. ¿Qué puede experimentar
el sacerdote creyente
en el Nuevo Testamento si se rinde
a Dios?
7. Nombrar
los cuatro sacrificios del
sacerdote del Nuevo Testamento.
8. Hacer un contraste entre la ceremonia del baño del sacerdote
del Antiguo Testamento y el lavado
parcial en el lavacro
de bronce.
9. ¿En qué forma la purificación
del sacerdote del Antigua
Testamento anuncia la purificación
del sacerdote del Nuevo?
10. ¿En qué forma está relacionado el sacerdote con la adoración?
11. ¿Qué prohibiciones fueron dadas acerca
de la adoración en el Antiguo Testamento, y coma
se aplican al sacerdote del
Nuevo Testamento?
12. Comparar la
obra del sacerdote del Antiguo Testamento con la de los otros sacerdotes.
13., Comparar la
obra de Cristo coma nuestro
sumo
sacerdote y nuestra obra coma sacerdotes.
14. ¿Cómo se relaciona
la diversidad de dones con el servicio del sacerdote
del Nuevo
Testamento?
15. ¿.Cómo afecta
la carnalidad al ejercicio de un don espiritual?
16. ¿Cuá1es
son las tres fases
de la mayordomía del
cristiano?
17. ¿Cómo se
relaciona la obtención del dinero
con el caminar
can Dios del cristiano?
18. ¿En qué sentido la posesión del dinero se convierte
en una responsabilidad de todo cristiano
sincero?
19. ¿En qué sentida el dar dinero refleja la relación de gracia
del cristiano con Dios?
20. ¿En qué sentido es Cristo nuestro
modela en el dar?
21. ¿Qué relación
hay
entre el dar y la pobreza?
22. ¿Cómo se
relaciona el dan con el mandamiento y la necesidad?
23. ¿Cómo se
relaciona el dar con el darse a si mismo primeramente?
24. ¿Que es dar sistemáticamente?
25. ¿Cómo sostiene Dios al dador?
26. Establecer
un contraste entre las riquezas terrenales y las riquezas celestiales.
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