30. Cuatro Aspectos
De La Justicia
por Lewis
Sperry Chafer
Una diferencia vital entre Dios y el hombre que la Escritura enfatiza es que Dios es justo (1 Jn.
1:5), mientras que, según Romanos 3:10, el cargo fundamental hecho a los seres humanos es que
<<no hay justo, ni aun uno>>. De la misma manera,
una de las glorias de la gracia divina es el
hecho de que una justicia perfecta,
semejante a la blanca e inmaculada vestidura de una novia, ha
sido provista en Cristo y es gratuitamente concedida a todos
los que creen en Él (Ro. 3:22).
Las Escrituras distinguen cuatro aspectos
de la justicia.
A. DIOS ES JUSTO
Esta justicia de Dios es invariable e inmutable
(Ro. 3:25, 26). Él es infinitamente justo en su propio
Ser e infinitamente justo en todos sus caminos.
Dios es justo en su Ser. Es imposible que Él se desvíe de su propia justicia,
ni siquiera como por una <<sombra de variación>> (Stg. 1:17). Él no puede mirar el pecado con el más mínimo grado
de tolerancia.
Por consiguiente, puesto que todos los hombres son pecadores,
tanto por naturaleza como por práctica, el juicio divino ha venido sobre todos ellos para condenación.
La aceptación de esta verdad
es vital para llegar a un correcto entendimiento del evangelio de la
gracia divina.
Dios es justo en sus caminos. Debe también reconocerse que Dios es incapaz de considerar con ligereza o con ánimo superficial el pecado, o de perdonarlo en un acto de laxitud o debilidad
moral. El triunfo
del evangelio no radica en que Dios haya tratado con lenidad
o blandura el pecado;
sino más
bien
en
el hecho
de
que
todos
los
juicios
que
la infinita
justicia tenía
necesariamente que imponer sobre el culpable,
el Cordero de Dios los sufrió en nuestro lugar, y
que este plan que procede
de la mente del mismo Dios es, de acuerdo a las normas de su justicia, suficiente para la salvación de todo el que cree
en Él. Por medio de este plan Dios puede
satisfacer su amor salvando al pecador sin menoscabo de su justicia inmutable;
y el pecador, que
en sí mismo está sin ninguna esperanza,
puede verse libre de toda condenación
(Jn. 3:18; 5:24; Ro. 8:1; 1 Co. 11:32).
No es raro que los hombres conceptúen
a Dios como un Ser justo; pero donde fallan a menudo
es en
reconocer que cuando Él efectúa la salvación
del hombre pecador, la justicia de Dios no es
ni puede ser atenuada.
B. LA AUTOJUSTICIA DEL HOMBRE
En completa armonía con la revelación de
que Dios es justo tenemos la correspondiente declaración de que ante la mirada de
Dios la justicia del hombre (Ro. 10:3) es como <<trapo de inmundicia>> (Is. 64:6). Aunque
el estado pecaminoso del hombre se revela constantemente a través
de las Escrituras,
no hay descripción más completa y final que la que se encuentra en
Romanos 3:9-18; y debe notarse que, como en el caso de otras evaluaciones bíblicas del pecado,
tenemos aquí una descripción
del pecado como Dios lo ve. Los hombres han establecido normas
para la familia, la sociedad y el estado;
pero ellas no son parte de la
base sobre la cual él ha de ser juzgado delante de Dios. En su relación con Dios los hombres no son sabios comparándose
consigo mismos (2 Co. 10:12).
Porque no están perdidos solamente aquellos que la sociedad condena, sino los que están condenados por la inalterable justicia de Dios
(Ro. 3:23). Por lo tanto, no hay esperanza
alguna fuera de
la gracia divina; porque nadie puede entrar en la gloria del cielo si
no es aceptado por Dios como lo es Cristo. Para esta necesidad del hombre Dios ha hecho una provisión abundante.
C. LA JUSTICIA IMPUTADA DE
DIOS
Como se ha recalcado
en las discusiones
previas en cuanto a la doctrina de la imputación, la
importante revelación de la imputación de la justicia
de Dios (Ro. 3:22) es esencial que la
comprendamos tanto sobre los principios
sobre los cuales Dios condena al pecador
como sobre los principios
sobre los cuales Dios
salva
al cristiano. Aunque la doctrina es difícil de entender, es importante
comprenderla como uno de los mayores
aspectos
de la revelación de Dios.
1. El hecho de la imputación
es subrayado en la imputación del pecado de Adán a la raza
humana con el efecto de que todos los hombres son considerados pecadores por Dios (Ro. 5:12-
21). Esto se desarrolla más aún en el hecho de que el pecado del hombre fue imputado a Cristo
cuando Él se ofreció coma ofrenda por el pecado del mundo (2 Co. 5:14, 21; He. 2:9; 1 Jn. 2:2).
Así también la justicia
de Dios
es imputada a todos
los que
creen, para
que ellos
puedan permanecer delante de Dios en toda la perfección de Cristo. Por causa de esta provisión se puede decir de todos los que son salvos en Cristo que ellos son hechos justicia
de Dios en Él (1 Co.
1:30; 2 Co. 5:21). Siendo que esta justicia es de Dios y no del hombre y que, según lo afirma la
Escritura,
ella existe aparte de toda obra u observancia
de algún precepto legal (Ro. 3:21), es
obvio que esta justicia imputada no es algo que el hombre pueda efectuar. Siendo la justicia de Dios,
ella no puede
ser aumentada
por la piedad de aquel a quien le es imputada, ni tampoco disminuir por
causa de su maldad.
2. Los resultados de la imputación
se ven en que la justicia de Dios es imputada
al creyente sobre la base de que el creyente está en Cristo por medio del bautismo del Espíritu. A través de esa unión vital con Cristo por el Espíritu
el creyente queda unido a Cristo como un miembro de su cuerpo (1 Co. 12:13), y como un pámpano a la Vid verdadera (Jn. 15:1, 5). Por causa de la
realidad de esta unión Dios ve al creyente como una parte
viviente de su propio Hijo. Por lo
tanto, Él ama al creyente como ama a su propio Hijo (Ef. 1:6; 1 P. 2:5), y considera que él es lo que su
propio Hijo es: la justicia
de Dios (Ro. 3:22; 1 Co. 1:30; 2 Co. 5:21). Cristo es la justicia de Dios; por consiguiente, aquellos que son salvos son hechos justicia de
Dios por estar en Él (2 Co. 5:21).
Ellos están completos
en Él (Co. 2:10) y perfeccionados en
Él para siempre
(He. 10:10, 14).
3. En las Escrituras se nos dan muchas ilustraciones de la imputación. Dios proveyó túnicas
de pieles para Adán y Eva y para obtenerlas fue necesario
el derramar sangre (Gn. 3:21). A Abraham le fue imputada
justicia por haber creído a Dios (Gn. 15:6; Ro. 4:9-22; Stg. 2:23), y como los sacerdotes del tiempo antiguo se vestían de justicia (Sal. 132:9), así el creyente es cubierto con el
manto
de la justicia de Dios y será
con esa vestidura que estará en la gloria (Ap.
19:8).
La actitud
del apóstol
Pablo
hacia Flemón
es una ilustración
tanto del
mérito
como
del demérito imputado.
Refiriéndose al esclavo Onésimo, dice el
apóstol: <<Así que, si me tienes
por compañero, recíbele como a mí mismo (imputación de mérito). Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo
a mi cuenta (la imputación
de demérito)>> (Flm. 17, 18; cf. también Job 29:14; Is. 11:5;
59:17; 61:10).
4. La imputación afecta la
posición y no el estado. Existe, por lo tanto, una justicia
de Dios, que nada tiene que ver con las obras humanas, que está en y sobre aquel que cree (Ro. 3:22). Esta es
la posición eterna de todos los que son salvos. En su vida diaria, o estado, ellos se hallan muy lejos de ser perfectos, y es en este aspecto de su relación con Dios que deben <<crecer en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo>> (2 P.
3:18).
5. La justicia
imputada es la base de la justificación. De acuerdo a su uso en el Nuevo Testamento, las palabras <<justicia>> y <<justificar>> vienen de la misma raíz. Dios declara justificado para siempre a aquel que Él ve en Cristo. Este es un decreto equitativo, ya que la
persona justificada está vestida de la justicia
de Dios. La justificación no es una ficción o un
estado emotivo; sino más bien una consideración inmutable en la mente de Dios.
Al igual que la justicia imputada, la justificación es por fe (Ro. 5:1),
por medio de la gracia (Tit. 3:4-7),
y se hace posible a través
de
la muerte y resurrección
de
Cristo (Ro. 3:24;
4:25). Es permanente
e
inmutable, pues descansa solamente en
los méritos del eterno Hijo de
Dios.
La justificación es más que el perdón, porque
el perdón es la cancelación de la deuda del
pecado, mientras que la justificación
es
la
imputación de justicia. El
perdón es negativo
(supresión de la condenación), en tanto que la justificación es positiva (otorgamiento del mérito y
posición de Cristo).
Al escribir
de una justificación por medio de obras, Santiago se refería a la posición del creyente delante de los hombres (Stg. 2:14-26); Pablo, escribiendo de la justificación por la fe (Ro.
5:1), tenía en mente la posición
del creyente delante de Dios. Abraham fue justificado
delante de los hombres demostrando su fe por medio de sus obras (Stg. 2:21); asimismo, él fue
justificado por fe delante de Dios
por la justicia que le fue imputada
(Stg. 2:23).
D. LA JUSTICIA IMPARTIDA POR
EL
ESPIRITU
Lleno del Espíritu, el hijo de Dios producirá las obras de justicia (Ro. 8:4) del «fruto del Espíritu» (Ga. 5:22-23) y manifestará los dones para el servicio que le han sido dados
pon el Espíritu (1 Co.
12:7). Se establece claramente que estos resultados se deben a la obra que el
Espíritu realiza en y a
través
del creyente.
Se hace referencia, por tanto,
a un modo de vida que en un sentido es producido
por el creyente;
mejor
dicho, es un modo de vida producido
a través de él por el Espíritu. Para aquellos que <<no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu>>,
la justicia de la ley, la cual en este caso significa nada menos que la realización de toda la voluntad
de Dios para el creyente, se
cumple en ellos.
Esto nunca podría sen cumplido por ellos. Cuando es realizada
por el Espíritu, ella no es otra
cosa sino la vida que es la justicia
impartida por Dios.
PREGUNTAS
1. Con relación
a la justicia, ¿qué
diferencia hay entre Dios y el
hombre?
2. ¿Cuáles son los cuatro aspectos de la
justicia revelados en las Escrituras?
3. ¿En qué sentidos Dios es completamente justo?
4. ¿Hasta qué punto llega el hombre en su auto
justicia y por qué ésta es
insuficiente?
5. ¿Por qué
es necesaria para el hombre la
justicia imputada de Dios?
6. ¿Cuáles son los resultados de la imputación de justicia en el hombre?
7. Proporcionar algunas
ilustraciones bíblicas
de la imputación.
8. ¿De qué manera afecta la imputación
la posición y el estado ante Dios?
9. ¿Cómo se
relaciona la justicia imputada
con la justificación?
10. Contrastar la justificación y el
perdón.
11. ¿Cuál es la diferencia
entre la justificación por las obras y la justificación por la
fe?
12. ¿Hasta qué punto se extiende la justicia impartida por el Espíritu?
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