29. Salvación Del Poder Del Pecado por
Lewis Sperry Chafer
A. LIBERACION DEL PECADO UNICAMENTE PARA LOS CRISTIANOS.
Puesto que la salvación del poder del pecado es una provisión de la gracia de Dios para los que ya son salvos de la culpa y de la pena del pecado, la doctrina que en este capítulo consideramos se limita en su
aplicación
solamente a los regenerados.
Aunque ya están salvos y seguros en Cristo, los cristianos tienen todavía la disposición a pecar y cometer pecados.
De esto tenemos pruebas abundantes en las Escrituras y en la experiencia humana. Basándose en el hecho de que los
cristianos pecan, el Nuevo
Testamento procede a explicar
cuál es el camino divinamente
trazado para que el hijo de
Dios se libere del poder del pecado.
Por suponer que el
cristiano no debiera
pecar ni
tener la inclinación
al
pecado, muchos creyentes que no han alcanzado la madurez espiritual se alarman y confunden
—y aun dudan de su salvación— cuando descubren en su vida el poder dominante del pecado. Es una actitud
positiva que se preocupen
del pecado, debido a la ofensa que éste ocasiona a la santidad de Dios;
pero en lugar de poner en duda su salvación
o entregarse a la práctica del pecado, debieran
escudriñar lo que Dios en su gracia ha provisto para que los suyos puedan liberarse del dominio
del pecado.
Con excepción del plan de salvación
no hay otro tema más
importante que
demande un conocimiento cabal por la mente humana que el plan divino por el cual un cristiano puede vivir
para la gloria de Dios. La ignorancia y el
error pueden resultar en un trágico error
espiritual. En la predicación
del evangelio existe una gran necesidad de claridad en la exposición de la doctrina
bíblica de la salvación del
poder del pecado.
B. EL PROBLEMA DEL PECADO EN LA VIDA DE UN
CRISTIANO.
Habiendo recibido la naturaleza divina (2 P. 1:4), pero reteniendo todavía la naturaleza
antigua, cada hijo de Dios posee dos naturalezas; la una es incapaz de pecar, y la otra es incapaz de practicar la santidad. La antigua naturaleza, algunas veces llamada «pecado» (significando la
fuente del pecado) y
«viejo hombre», es una parte de la carne; porque, según
el uso de la
Escritura, el término carne, cuando se usa en su sentido’ moral, se refiere
al espíritu y al alma,
como también al cuerpo, especialmente en el caso del hombre no regenerado. Por esto es que el
apóstol declara: «Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien» (Ro. 7:18). Por otra parte, teniendo
en vista la naturaleza divina que es impartida al creyente, el apóstol
Juan dice:
«Todo aquel que es
nacido de Dios permanece en
él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios» (1 Jn. 3:9). Este versículo enseña que todo cristiano
que ha nacido de Dios no practica el pecado
(el verbo en. el tiempo presente implica una acción continua). Sin embargo, debe observarse que
es en esta misma epístola donde se advierte a cada hijo de Dios que no pretenda no poseer una
naturaleza pecaminosa
(1:8)
o que no ha cometido pecado (1:10).
Estas dos Fuentes de actividad
que el cristiano
tiene en sí mismo se consideran
también en Gálatas 5:17, donde tanto
el
Espíritu Santo y la
carne están activos en incesante y mutuo
conflicto: «Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen
el uno al otro.» El apóstol no se está refiriendo en estas palabras al cristiano
carnal, sino al que es más espiritual, y aun al que no está satisfaciendo la concupiscencia de la carne (Gá. 5:16). Este conflicto existe ciertamente en el cristiano espiritual, y si él se ve libre de los efectos y concupiscencias de la carne, es
porque está caminando bajo la
dirección del Espíritu.
C. La ley como una
norma
de vida.
Para comprender el programa de Dios para la liberación del poder del pecado, es importante distinguir entre la ley y la gracia como reglas de vida. La palabra «ley» se usa en la Escritura con muchos sentidos diferentes. Algunas
veces se usa como regla de vida. Cuando se usa en este sentido, la palabra tiene varios significados.
1. Los Diez Mandamientos; escritos por el dedo de Dios
sobre tablas de piedra (Ex. 31:18).
2. Todo el sistema de gobierno de Israel que incluía los mandamientos (Ex. 20:1-26), las leyes
(Ex. 21:1 - 24:11) y las ordenanzas (Ex. 24:12 - 31:18).
3. Los principios de gobierno del aun futuro reino del Mesías sobre la tierra, los cuales están
contenidos en la Ley y los profetas (MT. 5:1 - 7:29; Cf.
5:17, 18; 7:12).
4. Algunos aspectos
de la voluntad revelada de Dios a
los hombres (Ro. 7:22, 25; 8:4).
5. Algunas
reglas de conducta establecidas
por los
hombres para su propio
gobierno (Mt. 20:15; Lc. 20:22; 2 Ti. 2:5). La palabra «ley» es usada también algunas veces como una fuerza
en operación (Ro. 7:21;
8:2).
6. En el Antiguo Testamento especialmente, la ley es presentada también como un pacto de
obras. Bajo este concepto de ley, su alcance se extiende más allá de los escritos del sistema
mosaico, e incluye toda acción humana intentada (en conformidad a la enseñanza de la Escritura
o no) con el objeto de conseguir el favor
de Dios. La fórmula
de la ley es:
«Si hacéis el bien, yo os bendeciré.» Así, el ideal supremo de una buena conducta —si se
emprende con el propósito
de conseguir el favor de Dios en lugar de ser una manifestación de la seguridad del
favor por medio de Cristo—
se convierte en algo puramente legal en su
carácter.
7. La ley se presenta también como un principio de dependencia sobre la carne. La ley no
provee capacidad para su observancia. No se esperaba más de sus mandamientos
de lo que el
hombre natural podía hacer. Sin embargo, todo lo que es acometido en la carne, es legal en su
naturaleza: los mandamientos contenidos en la ley, las exhortaciones de la gracia, o cualquier actividad espiritual.
D. La gracia como regla de vida.
Para el hijo de Dios bajo la gracia, cada aspecto de la ley ha sido eliminado (Jn. 1:16, 17; Ro.
6:14; 7:1-6; 2 Co. 3:1-18; Gá. 3:19-25; Ef. 2:15; Col. 2:14).
1. Las ordenanzas legales
del sistema mosaico y los mandamientos instituidos para el gobierno
del reino no son ahora las guías principales del cristiano. Han sido reemplazados
por una regla de conducta nueva y de gracia que incluye en sí misma todo lo que es vital en la ley, aunque la reafirma bajo
el orden y el carácter de la gracia.
2. El hijo de Dios bajo la gracia ha sido liberado del peso de un pacto de obras. Ahora él no lucha
para ser aceptado, sino que
es libre como uno que
es aceptado en Cristo (Ef. 1:6).
3. El hijo de Dios no está llamado ahora a vivir por la energía de su propia carne. El ha sido
liberado de este rasgo de la ley y puede vivir en el poder del Espíritu. Desde que la ley escrita fue
dada a Israel, ella pudo liberarse
de los mandamientos escritos de Moisés solamente por la
muerte
de Cristo. Sin
embargo, tanto
el judío
como
el gentil
fueron liberados
por
esa muerte del
desesperado principio del mérito humano y del vano esfuerzo de la carne.
4. En contraste con la ley, la palabra «gracia» se refiere al favor inmerecido que representa el método divino de tratamiento con el hombre que fue introducido con Adán. Bajo la gracia, Dios
no trata a los hombres como ellos se lo merecen, sino que con una misericordia
y gracia infinitas,
sin hacer referencia• a lo que realmente merecen. Esto es libre de hacerlo sobre la base de que el justo castigo por el pecado, que
de otro modo su santidad
podría imponer
sobre los pecadores como retribución a sus hechos, fue satisfecho por el Hijo de Dios.
Aunque el pueblo de Israel experimentó la gracia de muchas maneras, como regla de vida ellos pasaron de una relación de gracia con Dios a una relación
legal con Dios. Cuando aceptaron
la ley, como se aprecia en Éxodo 19:3-25, ellos neciamente presumieron que podrían
guardar la ley
de Dios completamente ignorando su necesidad de la gracia como la única base posible de ser aceptado delante
de Dios. La experiencia
de Israel bajo la ley, por consiguiente, demuestra
a todos los hombres
la imposibilidad de ser liberado del poder del
pecado por medio de la ley como
principio.
5. En contraste con la ley, la gracia es revelada en tres aspectos diferentes:
a) salvación por
gracia, b) seguridad por medio de la gracia, y c)
la gracia como una regla de vida para el salvado.
a) Dios salva a los pecadores
por gracia, y no hay otro camino de salvación ofrecido a los
hombres (Hch. 4:12). La gracia salvadora
es el amor sin límites y libre de Dios por el perdido en conformidad con las exactas e invariables demandas de su propia justicia
a través del sacrificio
sustitutorio de Cristo. La
gracia es más que el amor; es amor que libera y hace al cristiano triunfante sobre el justo juicio de Dios contra el pecador.
Cuando El salva a un pecador por gracia, es necesario
que Dios termine con cada pecado, porque de
otro modo éstos demandarían un juicio y así dificultarían su gracia. Esto es lo que El ha hecho
en la muerte de su Hijo. También es necesario que cada obligación sea satisfecha, con este objeto la
salvación ha sido efectuada como un absoluto regalo de Dios (Jn. 10:28; Ro. 6:23; Ef. 2:8).
Además, es necesario que todo mérito humano sea eliminado, para que ninguna cosa que Dios
realice esté basada en ningún modo en los méritos de los hombres y no en su gracia soberana solamente (Ro. 3:9; 11:32; Gá. 3:22). Ya que todo elemento humano está excluido, el evangelio de la gracia es la proclamación
de la gracia poderosa, redentora
y transformadora de Dios, la cual
ofrece vida y gloria eternas a
todo aquel que cree. b) El programa divino de la seguridad por medio de la gracia demuestra que únicamente por
medio de la gracia Dios guarda a aquellos que son salvos. Habiendo provisto un camino por el cual El
puede
actuar libre de sus
propias demandas de justicia
contra el pecado; habiendo
dispuesto la retribución de cada acción humana, y habiendo puesto a un lado eternamente todo
mérito humano, Dios
ha de continuar
el ejercicio de su gracia hacia el salvado para darle la
seguridad de su protección
eterna. Esto es lo que El hace y al hijo de Dios se le dice que está en la gracia (Ro. 5:2;1 P. 5:12). c)
Dios también provee una regla de vida para el salvado basada únicamente en el principio
de la gracia. Dios enseña a aquellos que están salvados
y seguros la manera cómo deben vivir en la
gracia y cómo vivir para su eterna gloria. Del mismo modo como la ley ha provisto
una completa regla de conducta
para Israel, así Dios ha provisto una completa regla de conducta para el cristiano. Puesto que todas las reglas de vida que están presentadas en la Biblia son completas en
sí mismas, no es necesario que sean combinadas.
Por lo tanto, el hijo de Dios no está bajo la ley como una regla de vida, sino bajo los consejos de la gracia. Lo que él hace bajo la gracia no tiene como objetivo conseguir el favor de Dios, sino porque él ya ha sido aceptado
en el Amado. El no
está confiando en la energía de la carne, sino en la manifestación del poder del Espíritu. Es una
vida que se vive sobre el principio de fe: «Mas el justo por su fe vivirá.» Estos principios están
declarados en los evangelios y en las epístolas.
E. EL UNICO
CAMINO DE VICTORIA.
Se han sugerido varias enseñanzas que pretender
señalar el camino por el cual el cristiano
puede liberarse del poder del pecado.
1. Se ha dicho que el cristiano será impulsado
a vivir para la gloria de Dios si observa suficientes reglas de conducta. Este principio
legalista está condenado
al fracaso porque hace que
la victoria dependa de
la misma carne de la cual se busca la liberación (Ro. 6:14).
2. Se ha afirmado
muchas veces que el cristiano debe buscar la erradicación de la vieja naturaleza, para así quedar permanentemente libre del poder del pecado. Pero esta teoría tiene sus
objeciones:
a) No hay base bíblica
para la enseñanza
de
que
la naturaleza
adámica pueda
erradicarse. b) La vieja naturaleza
es una parte de la carne, y es
claro que ella debe tratarse en la misma forma en que Dios
trata a la carne. La carne es uno de los tres poderosos enemigos del cristiano:
el mundo, la carne y el Diablo. Dios no erradica
el mundo, o la carne, o el Diablo; pero provee la
victoria sobre estos
enemigos, por
medio del Espíritu
(Gá. 5:16; 1 Jn. 4:4; 5:4). De manera semejante, El da la victoria
sobre la vieja naturaleza, por medio del Espíritu (Ro. 6:14; 8:2).
c) Ninguna experiencia humana actual confirma la teoría de la erradicación, y si esta teoría fuera verdadera, los padres
en este estado
engendrarían hijos no
afectados por la
caída.
d) Cuando se acepta la teoría de la erradicación
no
hay lugar ni significado alguno para el
ministerio del Espíritu que mora en cada hijo de Dios. Muy por el contrario, los cristianos más
espirituales son advertidos de la necesidad de andar en el Espíritu, rindiéndose a la voluntad de
Dios, impidiendo que el pecado reine en sus cuerpos mortales, mortificando
las obras de la carne
y permaneciendo en el Señor.
3. Algunos cristianos suponen
que, aparte del Espíritu
y simplemente por el hecho de que ya son salvos, podrán vivir para la gloria de Dios. En Romanos 7:15 - 8:4 el apóstol testifica
de su propia experiencia
con esta teoría. El afirma que
conocía lo que era el
bien, pero él no sabía cómo
llevar a cabo lo que conocía (7:18). Por lo tanto, llegó a las siguientes conclusiones:
a) Que aun cuando él procuraba hacer lo mejor, era siempre derrotado por una ley que aún estaba
presente en sus miembros, rebelándose contra la ley de su espíritu (7:23);
b) que su estado era espiritualmente miserable (7:24); c) que, aun cuando ya era salvo, lo que le
dio la libertad fue la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, y no sus propias obras (8:2);
d) que la completa voluntad de Dios se cumple en el creyente, pero
nunca por el creyente(8:4).
En Romanos 7:25 se declara que la libertad del poder del pecado viene por medio de Jesucristo nuestro Señor. Puesto que se trata de un problema que atañe a la santidad de Dios, la liberación del poder del pecado puede venir solamente por medio de Jesucristo. El Espíritu Santo no podría ejercer dominio sobre una naturaleza caída que todavía no estuviese
juzgada; pero en Romanos
6:1-10 se afirma que la naturaleza caída del creyente fue ya juzgada al ser crucificada,
muerta y sepultada con Cristo, lo que hizo posible para el Espíritu dar la victoria. Debido a esta provisión
de la gracia de Dios, el creyente puede caminar en el poder de un nuevo principio de vida que
consiste en dependen
solamente del Espíritu, reconociéndose a sí mismo muerto en verdad al
pecado (6:4, 11). Por lo tanto, la liberación del poder del pecado es por el
Espíritu y por medio de
Cristo.
F. Victoria por el Espíritu Santo.
Como se ha dicho en los estudios
anteriores sobre la doctrina del Espíritu Santo, un creyente
puede ser liberado del poder del pecado por el Espíritu Santo.
«Si estáis caminando por medio del Espíritu, no satisfaréis los deseos de la carne» (Gá. 5:16, lit.).
La salvación del poder del pecado, al igual
que la salvación de la pena del
pecado, es de Dios y, desde un
punto de vista humano, depende de
una actitud de
fe, así como la salvación de la pena del pecado depende
de un acto de fe. El que
ha sido justificado vivirá por fe —fe que depende del
poder de otro— y la persona
justificada no conocerá una época en esta vida cuando necesite depender menos del
Espíritu.
Existen tres
razones para una vida de dependencia del Espíritu.
1. Bajo las enseñanzas de la gracia el creyente se encuentra
ante una norma de vida que humanamente es imposible
alcanzar. Siendo un ciudadano de los cielos (Fil. 3:20, un miembro del cuerpo de Cristo (Ef. 5:30)
y un miembro de la familia
de Dios (Ef. 2:19; 3:15),
el cristiano es llamado a
vivir de acuerdo a su elevada posición celestial.
Puesto que este modo de vida es sobrehumano (Jn. 13:34; 2 Co. 10:5; Ef. 4:1-3, 30; 5:20; 1 Ts. 5:16-17; 1 P. 2:9), el hijo de Dios debe depender completamente del
Espíritu que mora en su corazón (Ro.
8:4).
2. El
cristiano se enfrenta
a
Satanás,
el príncipe de este mundo. A causa
de
esto, debe fortalecerse en «el Señor y en el poder de su fuerza» (Ef. 6:10-12; 1 Jn. 4:4; Jud. 9).
3. El cristiano posee la vieja naturaleza, la cual
le es incapaz de controlar.
La Escritura revela que no solamente Dios nos salva de la culpa del pecado, sino que también
nos libera del poder del pecado. Finalmente, cuando
el cristiano se encuentre en el cielo, será
liberado de la presencia del pecado.
PREGUNTAS
1. ¿Por qué
la liberación del pecado es para los
cristianos únicamente?
2. ¿Hasta qué punto el pecado es un problema para los cristianos?
3. ¿Qué evidencia
se da en la Escritura de
que el cristiano tiene dos
naturalezas?
4. ¿De qué manera se relaciona
el Espíritu Santo con
la vieja naturaleza?
5. ¿Cuáles son algunos de los sentidos en que la palabra «ley» es
usada en la Biblia?
6. ¿Hasta qué punto falla la
ley
en proporcionar capacidad
para su observancia?
7. ¿Por qué
el cristiano no está bajo
el sistema de la ley mosaica?
8. ¿Por qué
un cristiano no lucha
para ser aceptado por Dios?
9. ¿Por qué
un hijo de Dios no debe intentar
vivir por medio de la
energía
de su propia carne?
10. Comparar
las relaciones de Israel con la gracia como regla de vida con la relación de la
iglesia con la gracia como regla
de vida.
11. ¿Hasta qué punto
se revela la gracia en la
«salvación por gracia», y
cuál es la parte de Dios?
12. ¿Cómo se
relaciona la gracia con la
seguridad de un creyente?
13. ¿De qué manera es la gracia
una regla completa de vida?
14. ¿Por qué
es la ley un principio destinado
al fracaso?
15. ¿Qué objeciones
pueden hacerse ante la teoría de que la antigua naturaleza puede ser
erradicada?
16. ¿Por qué es erróneo
el planteamiento de que solamente porque uno es salvo puede llevar una vida cristiana fácil?
17. ¿A través de
qué medios es posible
la
liberación del poder del
pecado
y cómo está relacionada
a Jesucristo y al Espíritu Santo?
18. ¿De qué manera la salvación del poder del pecado depende de
la fe?
19. ¿De qué forma las inalcanzables normas de vida para un creyente hacen necesaria una vida
de dependencia del Espíritu que mora
en el
creyente?
20. ¿De qué forma el poder de Satanás se relaciona con la liberación del
creyente?
21. ¿Por qué
se necesita la liberación
del poder de la antigua naturaleza?
22. Contrastar el alcance presente de
la liberación del pecado con
el que existirá en el cielo.
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