26. El Hombre: Su Caída por Lewis Sperry Chafer
El problema de cómo el pecado entró en el universo es un asunto en el cual cada sistema encuentra obstáculos. Sin embargo, solamente la Biblia provee una explicación
razonable. Como
fue visto en el estudio previo de los ángeles,
el pecado entró primeramente en el universo en la
rebelión de algunos de los santos ángeles guiados por Satanás, lo cual ocurrió bastante antes de que
el hombre fuera creado. Los primeros capítulos del Génesis registran la caída en el pecado
por Adán y Eva. Las varias interpretaciones de este hecho nos llevan
a considerarlo un evento literal que explica la pecaminosidad
de la raza humana o al intento
de explicarlo como algo no
histórico o como un mito. La interpretación ortodoxa, sin embargo, es que el acontecimiento tuvo
lugar exactamente como se registra
en la Escritura, y ésta es la manera en que se relata en el resto
de la Biblia.
La caída del hombre en pecado
puede considerarse desde tres aspectos: 1) Adán antes de la caída, 2) Adán después de la
caída, y 3) el efecto de la caída de Adán sobre la raza humana.
A. Adán antes de la caída.
En palabras de peculiar sencillez,
la Biblia introduce en la historia al primer hombre y a la
mujer que le fue dada por compañera.
Estos dos seres fueron
unidos como «una sola carne», y según el concepto divino esto es lo que constituye la verdadera
unidad. Aunque tanto el hombre
como la mujer pecaron y cayeron, la Biblia se refiere
a este fracaso mutuo como a la caída del hombre.
No es posible hacer cálculos
en cuanto a la extensión del período durante el cual
Adán y Eva permanecieron en su condición original; sin embargo, es evidente que fue un tiempo suficiente como para que pudieran acostumbrarse a la situación en que habían sido colocados, para observar con
cuidado y darle nombre a las criaturas
vivientes y experimentar la comunión con Dios.
Semejante a todas las obras de Dios, el hombre fue creado «bueno en gran manera» (Gn. 1:31), que significa que él era agradable al
Creador. Esto implica más que Adán era
inocente, siendo este último término de carácter
negativo
y sugiriendo simplemente que el primer hombre no había
cometido pecado.
La santidad, que es el principal atributo de Dios, es un término positivo e indica
que El es incapaz de pecar.
El hombre, dado que fue hecho a la imagen de Dios, tenía una personalidad completa y la
capacidad moral de tomar decisiones.
En contraste con Dios quien no puede pecar, tanto los hombres como los ángeles podían pecar. Como fue visto en el estudio anterior
sobre los ángeles,
Satanás pecó (Is. 14: 12-14; Ez.
28:15), y tras él fueron otros ángeles,
de quienes se ha escrito que
«no guardaron su original
estado (Jud. 6, V.M.). Debido al hecho de que Satanás y los ángeles caídos pecaron primero, el hombre no originó
el pecado, pero se convirtió
en un pecador debido a
la influencia satánica (Gn. 3:4-7).
El relato de cómo pecaron Adán y Eva está revelado en Génesis 3:1-6. De acuerdo a esto,
Satanás apareció en la forma de una serpiente, una criatura
la cual en ese tiempo era un animal muy hermoso
y atractivo. Como lo
registra la Biblia,
Dios había dado a Adán
y Eva una prohibición: ellos no deberían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. De acuerdo a
Génesis 2: 17, Dios dijo: «Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Esta prohibición relativamente simple era una prueba para ver si Adán y Eva
obedecerían a Dios.
En su conversación con Eva, Satanás introdujo
esta prohibición diciéndole a Eva: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» (Gn. 3:1). Lo que quiso implicar era que
Dios estaba escondiendo algo que era bueno y que El estaba siendo muy
severo innecesariamente
en su prohibición. Eva le contestó
a la serpiente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos
comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis»
(Gn. 3: 2-3).
En su respuesta Eva cayó en la trampa de Satanás al dejar fuera la palabra «libremente» en el
permiso de Dios de
comer de
los árboles
del huerto,
y
también ella
dejó fuera
la
palabra
«seguramente» en la advertencia de Dios. La tendencia
natural del hombre de minimizar la bondad
de Dios y de magnificar su severidad son, desde entonces, características familiares de la
experiencia
humana. Satanás
inmediatamente se aferró de la omisión de
la palabra «seguramente»
en cuanto al castigo y le dijo a la mujer: «No moriréis: sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dios, sabiendo el bien y el mal» (Gn.
3:4-5).
En su conversación con la mujer, Satanás se revela como el engañador. La seguridad del
castigo se desafía directamente y se
niega así expresamente la Palabra de Dios.
El hecho de que comiendo del fruto sus ojos serían abiertos
al conocimiento del bien y del mal
era verdad, pero lo que Satanás no reveló fue que ellos tendrían el poder de conocer el bien y el
mal
sin el poder de hacer el bien.
De acuerdo a Génesis 3:6, la caída
de Adán y Eva en el pecado está registrada así: «y vio la
mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría;
y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.» Si Satanás le sugirió esto a la mujer o si ella llegó a estas conclusiones por sí misma
no lo dice la Escritura.
Sin embargo, se nota aquí el modelo familiar de la tentación en tres líneas indicadas en 1 Juan
2:16: el hecho de que el fruto era bueno para comer apeló a la «concupiscencia de la carne»; el
hecho de que era «agradable a los ojos» apeló a la «concupiscencia de los ojos»; y el poder del
fruto del árbol
de hacerlos sabios apeló a la «vanagloria
de la vida». Un ejemplo similar de
tentación fue seguido por Satanás
en la tentación de Cristo (Mt. 4:1-11;
Mr. 1:12-13; Lc. 4:1-13).
Eva fue engañada en tomar del fruto, y Adán siguió su ejemplo aunque él no fue engañado (1
Ti. 2:14).
B. Adán después de la caída.
Cuando Adán y Eva pecaron perdieron
su bendito estado en el cual ambos habían sido creados y vinieron a ser objeto de varios cambios
trascendentales.
1. El
hombre cayó bajo
el dominio de la muerte espiritual
y física. Dios había dicho: «Porque
el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Gn. 2:17);
y esta divina sentencia se cumplió. Adán
y Eva sufrieron inmediatamente la muerte espiritual, que significa
separación de Dios. Y a su
debido tiempo sufrieron también el castigo de la muerte física, que significa el acto por el cual el
alma
se separa del cuerpo.
2. El
juicio
de Dios también cayó sobre Satanás, y la serpiente fue
condenada a arrastrarse en el suelo (Gn. 3:14) La lucha entre Dios y Satanás se describe en Génesis 3:15 en lo que se relaciona
con la raza humana, y Dios dice: ¡; «y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y
la simiente suya; ésta
te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.» Esto se refiere
al conflicto entre Cristo y Satanás, en el cual Cristo murió en la cruz, pero no pudo ser retenido
por la muerte, como se anticipó en la expresión «Tú le
herirás en el calcañar».
Sin embargo, la última derrota de Satanás está indicada en el hecho de que la simiente de la mujer le «herirá
en la
cabeza», esto es, infringirle
una herida mortal y permanente.
La simiente de la mujer se
refiere a Jesucristo, quien en su muerte y
resurrección conquistó y venció a Satanás.
3. Un juicio especial también cayó sobre Eva, la cual experimentaría dolor al dar a luz sus hijos y se debería de someter a su esposo (Gn. 3:16). El hecho de que se produciría la muerte
haría necesario que
se produjeran múltiples nacimientos.
4. Una maldición especial cayó sobre Adán, al cual le fue asignada la dura labor de trabajar la tierra, ahora maldita con espinos y cardos, para obtener
la comida necesaria para su continua existencia. De acuerdo con esto, la misma creación sería cambiada por el pecado del hombre (Ro.
8:22).
Más adelante la Escritura indica cómo los efectos del pecado serían parcialmente aliviados
por medio de la salvación en el caso del hombre y por un levantamiento parcial de la maldición en el
futuro reino milenial. Adán y Eva, sin embargo, después de la caída fueron conducidos fuera del huerto y comenzaron
a experimentar el dolor y la lucha que han caracterizado a la raza humana desde entonces.
C. El efecto
de la caída de Adán sobre
todo el género humano.
El efecto inmediato del pecado sobre Adán y Eva fue que éstos murieron espiritualmente y llegaron a estar sujetos a la muerte espiritual. Su naturaleza se depravó y, por tanto, la raza humana experimentaría la esclavitud del pecado.
Además del cambio de
la suerte del hombre y su
ambiente, la Biblia también revela una profunda doctrina de imputación, que pone de relieve la verdad que Dios ahora acusó a Adán con pecado y, como resultado, acusó a sus descendientes con
la responsabilidad del primer
pecado de Adán.
Las Escrituras
mencionan tres grandes imputaciones: 1) El pecado de Adán es imputado a su
posteridad (Ro. 5: 12-14) ; 2) el pecado del hombre es imputado a Cristo (2 Co. 5: 21) ; y 3) la
justicia de Dios imputada
a los que creen en Cristo (Gn. 15:6; Sal. 32:2; Ro. 3:22; 4:3,8,21-25; 2
Co. 5:21; Flm. 17-18).
Es obvio que se efectuó un traspaso de carácter
judicial del pecado del hombre a Cristo, quien
llevó sobre su cuerpo en el madero el pecado del género humano. «Mas Jehová cargó en El el
pecado de todos nosotros» (Is. 53:5; Jn. 1:29; 1 P. 2: 24; 3: 18). De igual manera hay un traspaso
de carácter judicial de la justicia de Dios al creyente (2 Co. 5:21), puesto que no podía haber otro
fundamento de justificación o aceptación
delante de Dios. Esta imputación pertenece a la nueva relación espiritual que el
creyente disfruta con Dios
en la esfera de la nueva
creación.
Estando unidos al Señor por el bautismo del Espíritu (1 Co. 6:17; 12:13; 2 Co. 5:17; Gá. 3:27),
y vitalmente relacionados
con Cristo como un miembro
de su cuerpo (Ef. 5:30),
se sigue que cada virtud de Cristo es comunicada a los que han llegado a ser una parte orgánica
de El. El creyente
está «en Cristo» y, por
consiguiente, participa de todo lo
que Cristo es.
Así, también los hechos de la antigua creación
son traspasados de manera real a aquellos que por generación natural están «en Adán». Ellos poseen la misma naturaleza de Adán, y se dice, además, que ellos han pecado en él. Esto es un hecho tan real que llega a ser en sí mismo la base suficiente del juicio divino decretado
en contra del pecado; al igual que la imputación
de la justicia de Dios en Cristo es el fundamento satisfactorio para la justificación. Y el resultado es el
juicio de Dios sobre todos los hombres, ya sea que. ellos hayan pecado o no según la transgresión de Adán. A pesar de que los hombres sostengan, como generalmente lo hacen, que ellos no son responsables
del pecado
de
Adán,
la revelación
divina afirma
que, debido
a
los
efectos
trascendentales de la relación representativa que todos los seres humanos tienen con Adán, el pecado
original del primer hombre es inmediata y directamente imputado a todos los miembros
de la raza, con la invariable
sentencia de muerte descansando sobre todos ellos (Ro. 5:12-14). De igual manera, el pecado original de Adán es transmitido en la forma de naturaleza
pecaminosa indirectamente, o sea, por herencia, de padre a hijo, a través de todas las generaciones. El efecto de la caída es universal; así también lo
es la oferta de la divina gracia.
La caída de los hombres no se efectúa cuando cometen su primer pecado; ellos han nacido ya
en pecado, como
criaturas caídas, procedentes de Adán.
Los
hombres
no
se
convierten en pecadores por medio de la práctica del pecado, sino que ellos pecan debido a que por naturaleza
son pecadores. Ningún niño necesita que se le enseñe a pecar, pero cada niño tiene que ser estimulado a
realizar el bien.
Debe observarse
que, no obstante que la caída de Adán pesa sobre toda la Humanidad,
es evidente que hay una provisión divina para los infantes
y para todos aquellos que no tienen
responsabilidad moral.
Los santos juicios
de Dios tienen que caer sobre todos los pecadores no redimidos: 1)
por causa del pecado imputado; 2) por causa de la naturaleza
pecaminosa que todos han heredado; 3) por
causa de que todos están bajo pecado; y 4) por causa de sus propios pecados.
Si bien es cierto que estos
juicios divinos no pueden
atenuarse, el pecador puede escapar
de ellos por medio de
Cristo. Estas son las buenas nuevas
del Evangelio.
La pena que descansa sobre la antigua creación
es: 1) muerte física, por la cual el alma se
separa del cuerpo; 2) muerte espiritual, la cual, semejante a la de Adán, es el estado presente de los perdidos
y la separación entre el
alma y Dios
(Ef. 2:1; 4:18-19); y 3) la segunda
muerte,
o sea, la eterna separación entre el alma y Dios y la expulsión de los perdidos de la presencia de El para siempre (Ap. 2:11; 20:6,14; 21:8).
PREGUNTAS.
1. ¿Cómo explica la Biblia el origen
del pecado en el universo y en el género humano?
2. ¿ Cuál
era el estado del hombre antes que pecara?
3. ¿ Cómo tentó Satanás a Eva?
4. ¿Cómo relató
Eva falsamente la prohibición
de Dios?
5. ¿ Cómo mintió
Satanás a Eva y negó expresamente la Palabra
de Dios?
6. ¿Cómo Satanás disfrazó lo apetecible
del poder del conocimiento del bien
y del mal?
7. ¿ Cómo indica
1 Juan 2:16 las
tres líneas de la tentación?
8. ¿Cuál fue el efecto sobre Adán y Eva después que ellos hubieron pecado?
9. ¿Cuál fue el efecto sobre Satanás y la serpiente después que Adán y
Eva pecaron?
10. ¿Cuál fue el efecto sobre los descendientes de Adán y Eva por el
pecado de Adán?
11. Mencionar las tres
imputaciones
presentadas en las Escrituras.
12. ¿Por qué es verdad que el hombre no
se vuelve pecador pecando?
13. ¿Por qué los santos juicios de Dios están sobre los hombres que están fuera
de Cristo?
14. ¿Cuál
es la pena que está sobre
la vieja creación?
15. ¿Por qué la salvación en Cristo
es la única esperanza para el hombre en su estado
caído?
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