21. Los Pactos por
Lewis Sperry Chafer
La Biblia revela que a Dios le ha placido establecer pactos
con los hombres. Ocho de estos pactos se hallan mencionados en las sagradas páginas y ellos incorporan
los hechos más vitales en
la relación que el hombre ha tenido con Dios a través de toda la historia de la raza humana. Cada
pacto representa un propósito divino y la mayoría de ellos constituyen
una absoluta predicción tanto
como una promesa
inalterable
del cumplimiento
de
todo
lo que Dios ha determinado. Si llevamos nuestra consideración del tema hasta el tiempo cuando
los pactos fueron hechos, descubrimos que ellos siempre anticiparon el futuro y tenían el propósito de ser un mensaje de certidumbre para aquellos con quienes el pacto era establecido. Además de los pactos bíblicos, los teólogos han sugerido tres pactos teológico s que tienen que ver con la
salvación del hombre.
A. Los pactos teológicos
Para definir el eterno propósito de Dios, los teólogos
han sostenido la teoría de que es el
propósito central de Dios el salvar a los elegidos, aquellos escogidos para salvación desde la eternidad pasada. De acuerdo a ello, consideran
la historia primeramente como la obra exterior
para el plan de Dios en cuanto a la salvación. Desarrollando esta doctrina, ellos han expuesto tres pactos teológicos básicos.
1. Se dice que con Adán se estableció
un pacto de obras. La provisión
del pacto era tal que si
Adán obedecía a Dios, él sería guardado seguro en su estado espiritual
y recibiría la vida eterna.
Se afirma que este pacto es sostenido por la advertencia
concerniente al árbol del conocimiento
del bien y del mal, «porque el día que de él comieres, morirás» (Gn. 2:17). Se deduce que si él
no hubiera comido del
árbol, no hubiese muerto y,
como los santos ángeles, hubiese sido confirmado en su estado santo. Este pacto está basado casi totalmente en la deducción y no es llamado un pacto en la Biblia, y por
esta razón es rechazado por muchos estudiosos de la Escritura
por tener poca base.
2. Otro pacto sugerido es el pacto de la redención, en el cual se insinúa la enseñanza de que fue establecido un pacto entre Dios el Padre y Dios el Hijo en relación a la salvación
del hombre en
la eternidad pasada. En este pacto el Hijo de Dios se comprometió en proveer la redención
para la salvación
de aquellos que creyeran,
y Dios
prometió aceptar su sacrificio.
Este pacto tiene más sostenimiento en las Escrituras
que el pacto de obras en que la Biblia
declara claramente que el plan de Dios para la salvación es eterno,
y que en aquel plan Cristo tenía que morir como un sacrificio
por el pecado y Dios tenía que aceptar aquel sacrificio
como una base suficiente
para salvar a aquellos que creyeran en Cristo. De acuerdo a Efesios 1:4:
«Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.» También en referencia a nuestra posición en Cristo, se declara en Efesios
1:11: «En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito
del que hace todas las
cosas según el designio de su voluntad.
De estas y de otras Escrituras está claro que el propósito de DIOS para la salvación
es eterno. Se sugiere que
un pacto formal fue acordado entre Dios el Padre y Dios el Hijo del hecho
de que el propósito de Dios
es también una promesa.
3. Aun otra tentativa es el contemplar el eterno propósito de Dios en la salvación
como un pacto de gracia. En este punto de vista Cristo es contemplado como el Mediador del pacto y el
representante de aquellos quienes ponen su confianza en Él. Los individuos encuentran las
condiciones de este pacto cuando colocan su fe en Jesucristo como Salvador. Aunque este pacto es también una deducción
del plan eterno de salvación,
tiende a enfatizar el carácter de
gracia de la salvación de Dios. El pacto de la
redención y el pacto de gracia, en consecuencia,
tienen algunas bases escriturales y son más aceptables para la mayoría de los estudiosos
de la Biblia que el concepto del pacto
de obras, el cual no tiene base escritural.
Sin embargo, se ha levantado
el problema de que aquellos que son adeptos
a estos pactos teológicos
siempre hacen del plan de Dios para la salvación
su propósito primordial en la historia humana. Así ellos tienden a ignorar los particulares sobre el plan de Dios para Israel, el
plan de Dios para la Iglesia y el plan de Dios para la nación. Mientras que es verdad que el plan
de Dios para la salvación
es un aspecto importante de su propósito eterno, no es la totalidad
del plan de Dios. Un punto
de vista mejor es que
el plan de Dios para la historia es revelar su gloria, y Él no hace
esto solamente
salvando a los
hombres, sino
que también
por medio
del
cumplimiento de
sus propósitos y revelándose a sí mismo a
través de sus tratos
con Israel, con la iglesia y con las naciones. De acuerdo a ello, es preferible contemplar la historia
a través de ocho
pactos bíblicos, los cuales revelan los propósitos esenciales de Dios a lo largo
de la historia de la Humanidad y que incluye el plan de Dios para la salvación.
Aquellos que enfatizan
los pactos teológicos
son llamados a menudo «teólogos
de los pactos», mientras
que, por el contrario, aquellos que enfatizan los pactos bíblicos son llamados «dispensacionalistas», porque
los pactos bíblicos revelan
las distinciones en las varias etapas en la historia humana, las cuales
están manifiestas en las
dispensaciones.
B. Los pactos bíblicos
Los pactos de Dios contenidos en la Biblia se clasifican en dos clases, aquellos que son condicionales y los que son incondicionales. Un pacto condicional es uno en el cual la acción de
Dios es en respuesta a alguna acción de parte de aquellos a quienes va dirigido
el pacto. Un pacto
condicional garantiza que Dios hará su parte con absoluta certeza cuando se satisfacen los
requisitos humanos, pero si el hombre fracasa, Dios no está obligado
a cumplir su pacto.
Un pacto incondicional, mientras
que puede incluir ciertas contingencias humanas, es una
declaración de cierto
propósito de Dios,
y
las promesas
de
un
pacto incondicional
serán ciertamente cumplidas en el tiempo y a la manera de Dios. De los ocho pactos bíblicos
sólo el edénico y el mosaico eran condicionales. Sin embargo, aun bajo los pactos incondicionales hay un elemento
condicional como si se aplicara a ciertos individuos. Un pacto incondicional
se distingue de uno condicional por el hecho
de que su cumplimiento esencial es prometido por Dios y depende del poder y la soberanía de Dios.
1. El
pacto edénico fue el primer pacto que Dios hizo con el hombre (Gn.
1:26-31; 2:16-17), y fue un pacto condicional con Adán en el cual la vida y bendición o la muerte y la maldición
dependían de la fidelidad de Adán. El pacto edénico incluía el dar a Adán la responsabilidad de ser el padre de la raza humana, sojuzgar la tierra, tener dominio sobre los animales, cuidar del
huerto y no comer del árbol del conocimiento
del bien y del mal. Por haber fracasado Adán y
Eva al comer de la fruta prohibida,
fue impuesta
la pena de muerte para la desobediencia. Adán y Eva murieron espiritualmente de inmediato y necesitaron nacer de nuevo para poder
ser salvos. Más tarde también murieron físicamente. Su pecado hundió a toda la raza humana en un molde de pecado
y muerte.
2. El pacto adámico fue hecho con el hombre después de la caída (Gn. 3:16-19).
Este es un pacto
incondicional en el que Dios declara al hombre lo que será su porción en la vida por causa
de su pecado. Aquí no hay lugar para ninguna apelación, ni se implica responsabilidad alguna de parte del hombre.
Como un todo, el pacto provee importantes rasgos, los cuales condicionan
la vida humana
desde este punto en adelante. Incluido en este pacto está el hecho de que la serpiente usada por
Satanás es maldita (Gn. 3:14; Ro. 16:20; 2 Co. 11:3, 14; Ap. 12:9); se da la promesa del
Redentor (Gn. 3:15), la cual es luego
cumplida en Cristo; se detalla el lugar de la mujer en
cuanto a estar sujeta a una concepción múltiple, al dolor y la pena en la maternidad, y en cuanto
a la posición del hombre como cabeza
(Gn. 1:26-27; 1 Co. 11:7-9; Ef. 5:22-25; 1 Ti.
2:11-14). El hombre debería, en lo sucesivo, de ganar el pan con el sudor de su frente (cf. Gn. 2:15 con 3:17-
19); la vida del hombre sería dolorosa y con la muerte por final (Gn. 3:19; Ef. 2:5). Por un
período bastante extenso, el hombre continúa desde ese punto en adelante
viviendo bajo el pacto
adámico.
3. El
pacto de Noé fue hecho con Noé y sus
hijos (Gn. 9: 1-18).
Este pacto, mientras que repite
algunos de los rasgos
del pacto adámico, introdujo
un nuevo principio de gobierno humano
como un medio de frenar
el pecado.
Como el pacto adámico, era incondicional y revelaba
el propósito de Dios para la generación subsiguiente a Noé.
Las provisiones
del pacto incluían el establecimiento del principio
del gobierno humano, en el que se instituyó la pena
capital para aquellos
que
tomaran la
vida
de otro hombre.
Fue
reafirmado el orden
normal de la Naturaleza (Gn. 8:22; 9: 2), y al hombre le fue permitido comer carne fresca de animales (Gn. 9:3-4)
en lugar de vivir solamente de vegetales,
como parece haberlo hecho antes del diluvio.
El pacto con Noé incluía la profecía concerniente a los descendientes de sus tres hijos (Gn.
9:25-27) y designaba a Sem como el único de quien vendría la línea divina que seguiría hasta
que el
Mesías viniera.
El
dominio
de
las naciones
gentiles en la
historia del mundo está
implicado
en
la
profecía
concerniente a Jafet. Así como
el
pacto adámico
introdujo
la dispensación de la conciencia, así el pacto con Noé introdujo la dispensación del gobierno
humano.
4. El
pacto abrahámico
(Gn.
12:1-4; 13:14-17;
15:1-7; 17: 1-8)
es
una de las grandes
revelaciones de Dios concernientes a la historia futura, y en él fueron dadas profundas
promesas a lo largo de tres líneas. Primero de todo, fueron
dadas promesas a Abraham de que él
tendría gran descendencia (Gn.
17:16), que tendría mucha bendición personal (Gn. 13:14-15, 17;
15:6,18;
24:34-35; Jn. 8:56), que su nombre sería
grande (Gn. 12:2) y que él personalmente sería una bendición (Gn. 12:2).
Segundo, a través de Abraham fue hecha la promesa de que emergería una gran nación
(Gn.
12:2). En el propósito de Dios esto tiene referencia
primeramente a Israel y a los descendientes
de Jacob, quienes formaron las doce tribus de Israel. A esta nación le fue dada la promesa de la tierra (Gn. 12:7; 13:15; 15:18-21; 17:7-8).
Una tercera área principal del pacto fue la promesa de que por medio de Abraham vendría bendición al mundo entero (Gn. 12:3). Esto tendría su cumplimiento en que Israel sería el canal especial de la revelación divina de Dios, la fuente de los profetas
quienes revelarían
a Dios y proveerían de la Escritura a los escritores humanos. En forma suprema, la bendición a las
naciones sería provista a través de Jesucristo, quien sería un descendiente de Abraham. Dada la
relación especial de Israel con Dios, Dios pronunció
una solemne maldición
sobre aquellos que maldijeran
a Israel y una bendición sobre aquellos quienes bendijeran a Israel (Gn. 12:3).
El pacto con Abraham, como el adámico y el de Noé, es incondicional. Mientras que cualquier generación particular
de Israel podría disfrutar de sus provisiones
con sólo ser obedientes,
y podrían, por ejemplo, ser guiados hacia la cautividad si ellos eran desobedientes, el propósito esencial de Dios para bendecir
a Israel, para revelarse a sí mismo a través de Israel, para proveer redención a través de Israel y para traerle dentro de la Tierra Prometida es absolutamente cierto,
porque depende del soberano poder y voluntad de Dios,
más que del hombre. A pesar de los muchos fracasos de Israel
en el Antiguo Testamento, Dios se reveló a sí mismo y encauzó
la escritura de
los textos
sagrados, y finalmente nació
Cristo, vivió
y
murió y se levantó
resucitando exactamente como la Palabra de Dios lo había anticipado.
A pesar del fracaso humano, los propósitos
de Dios son ciertos en su cumplimiento.
5. El pacto mosaico fue dado a través de Moisés para los hijos de Israel mientras que estaban viajando desde Egipto hacia la Tierra
Prometida
(Ex. 20:1 - 31:18).
En Éxodo, y ampliado en muchas otras porciones
de las Escrituras, Dios le dio a Moisés la ley
que era para
gobernar su relación
con el pueblo de Israel.
Los aproximadamente seiscientos mandamientos específicos
están clasificados en tres divisiones
principales: a) los mandamientos,
conteniendo la voluntad expresada de Dios (Ex. 20:1-26); b) los juicios, relacionados a la vida
social y cívica de Israel (Ex.
21: 1 - 24:11), y c) las
ordenanzas (Ex. 24:12 - 31:18).
La ley mosaica
era un pacto
condicional e incorporaba
el principio
de que si Israel
era obediente, Dios
les bendeciría,
pero
si
Israel era
desobediente, Dios les maldeciría y les
disciplinaría. Esto es destacado especialmente en Deuteronomio
28. Aunque ya se
había anticipado que Israel fracasaría, Dios prometió que Él no abandonaría a su pueblo (Jer. 30:11). El pacto mosaico también fue temporal y terminaría
en la cruz de Cristo. Aunque
contenía elementos de gracia,
era básicamente un pacto de obras.
6. El pacto palestino
(Dt. 30:1-10)
era un pacto incondicional en conexión con la posesión final
de la tierra por parte de Israel.
Este pacto se ilustra como un pacto básicamente incondicional y seguro en su cumplimiento; sin embargo, tiene elementos condicionales
para cualquier generación
en particular. La promesa
dada a Abraham en Génesis 12: 7, y reafirmada luego a través del Antiguo
Testamento, sería que
la simiente de Abraham poseería la tierra. No obstante,
a causa de la desobediencia y el fracaso,
Jacob y sus descendientes vivieron en Egipto cientos de años antes del Éxodo. Así, manteniendo
el propósito de Dios, ellos volvieron
y poseyeron, por lo menos, una porción de la tierra. Más
tarde, a causa de la desobediencia y la negligencia a la ley de Dios, ellos fueron sometidos a los cautiverios asirio y babilónico. Otra vez en la gracia de Dios, les fue permitido volver después de setenta años del cautiverio
babilónico y reposeer la tierra hasta que Jerusalén fue destruida en
el 70 d.C.
Sin embargo, a pesar de todos los fracasos,
a Israel se le promete que volverá a la tierra,
vivirá allí en seguridad
y con bendición
y nunca será dispersada nuevamente (Ez. 39: 25-29; Am. 9:14-
15).
El retorno
presente de Israel a la
tierra es, por lo tanto, altamente significativo
porque cumple la primera etapa del regreso de Israel, necesario
para establecer el escenario para el fin de los tiempos. La vuelta de Israel será completada hasta el último hombre después de que Jesucristo vuelva y establezca
su reino (Ez. 39:25-29).
Mientras que cualquier
generación pudiera haber
sido sacada fuera de la tierra por
su desobediencia, el propósito final de Dios de traer a su pueblo dentro de su Tierra
Prometida es incondicional y cierto
en su cumplimiento.
El pacto palestino, de acuerdo a ello, incluye la dispersión de Israel por la incredulidad y la desobediencia (Gn. 15:13; Dt. 28:63-68),
tiempos de arrepentimiento y restauración (Dt. 30:2), la
recolección de Israel (Dt. 30:3; Jer. 23:8; 30:3; 31:8; Ez. 39:25-29; Am. 9:9-15; Hch. 15:14-
17), la restauración de Israel a su tierra (Is. 11:11-12; Jer. 23:3-8; Ez. 31:21-25; Am. 9:9-15), su
conversión espiritual y restauración
nacional
(Os. 2:14-16; Ro. 11:26-27),
su seguridad
y
prosperidad finales como nación (Am. 9:11-15) y el juicio divino para sus opresores (Is. 14:1-2; Jl.
3:1-8; Mt.25:31-46).
7. El pacto davídico (2 S. 7:4-16; 1 Cr. 17:3-15) era un pacto incondicional en el cual Dios
prometió a David un linaje real sin fin, un trono y un reino, todos ellos para siempre. En la
declaración de este pacto Jehová se reserva el derecho de interrumpir el actual reinado de los
hijos de David si era necesario el castigo (2 S. 7:14-15; Sal. 89:20-37);
pero la perpetuidad del pacto
no podía ser quebrantada.
Como el pacto abrahámico garantizaba
a Israel una identidad
eterna como nación (Jer. 31:36) y
la posesión eterna de la tierra (Gn. 13:15; 1 Cr. 16:15-18; Sal. 105:9-11), así el pacto davídico les
garantizaba un trono eterno y un reino eterno (Dn. 7:14). Desde el día en que el pacto fue
establecido y confirmado por el juramento de Jehová (Hch. 2:30), hasta el nacimiento de Cristo, a David no
le faltó un hijo que se sentase en el trono (Jer. 33:21); y Cristo el eterno
Hijo de Dios e Hijo de David, siendo el
justo heredero de aquel trono y el Único que se sentaría
en aquel
trono (Lc. 1:31-33), completa el cumplimiento de esta promesa hecha a David de que un hijo se
sentaría en este trono para siempre.
El pacto davídico es el más importante en asegurar el reino milenial, en el cual Cristo reinará
sobre la tierra. David, resucitado, reinará por debajo de Cristo como un príncipe sobre la casa de
Israel (Jer. 23:5-6; Ez. 34:23-24; 37:24).
El pacto davídico no es cumplido por Cristo reinando en su trono en los cielos,
puesto que David nunca se ha
sentado ni se sentará en el trono del Padre. Es más bien un reino terrenal
y un trono terrenal
(Mt.
25: 31). El pacto
davídico es, por
consiguiente,
la clave
del programa profético de Dios que aún está
por cumplirse.
8. El nuevo pacto, profetizado en el Antiguo Testamento y que tendrá su cumplimiento primario en el reino milenial, es también un pacto incondicional (Jer. 31:31-33). Como lo describe Jeremías, es un pacto hecho «con la casa de Israel y con la casa de Judá» (v. 31). Es un
nuevo pacto en contraste con el pacto mosaico, el cual fue roto por Israel (v. 32).
En el pacto Dios promete: «Después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mis leyes en sus
corazones, y en sus almas las escribiré;
y seré yo a ellos por
Dios, y ellos
me serán por pueblo» (v. 33). A causa de esta íntima y personal revelación
de Dios, y su voluntad para con su gente,
continúa en Jeremías 31:34 para declarar: «y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a
su hermano, diciendo: Conoce a Jehová: porque todos me conocerán, desde el más pequeño de
ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré
más
de su pecado.»
Este pasaje anticipa las circunstancias ideales del reino milenial donde Cristo reinará,
y todos conocerán los hechos acerca
de Jesucristo. De acuerdo
a ello, no será
necesario para una persona evangelizar
a su vecino, porque los hechos acerca del Señor serán universalmente conocidos.
También
será un período
en
el cual
Dios
perdonará el
pecado
de
Israel y les bendecirá
abundantemente. Debería estar claro, dada esta descripción de la promesa del pacto como se da en Jeremías, que esto no se está cumpliendo hoy día, puesto que la iglesia ha sido instruida para ir por todo el mundo y predicar el evangelio a causa de que hay una casi universal ignorancia de la verdad.
Sin embargo,
dado que el Nuevo Testamento también relaciona a la
Iglesia con un nuevo pacto,
algunos han enseñado que la iglesia cumple el pacto dado a Israel.
Aquellos quienes no creen en un futuro reino milenial y en una restauración de Israel,
por tanto encuentran
el completo cumplimiento ahora en la iglesia,
espiritualizando las provisiones
del pacto y haciendo de Israel y
de la Iglesia una misma cosa. Otros que reconocen la restauración futura de Israel y el reino
milenial consideran que el Nuevo Testamento se refiere al nuevo pacto tanto como para ser una aplicación de las verdades generales del pacto futuro con Israel a la iglesia, o para distinguir
dos nuevos pactos (uno para Israel como está dado en Jeremías, y el segundo, un nuevo pacto dado a través de Jesucristo
en
la era
presente
de
gracia proveyendo salvación
para la
iglesia).
Actualmente el nuevo pacto, ya sea para Israel o para la iglesia, se desprende de la muerte
de Cristo y de su derramamiento de
sangre.
El nuevo pacto garantiza todo lo que Dios se propone hacer para
los hombres en el terreno de la sangre de su Hijo. Esto
puede verse en dos aspectos:
a) Que Él salvará, preservará
y presentará en la gloria, conformados a la imagen del Hijo
Unigénito, a todos los que creen
en el Señor Jesús. El hecho de que sea necesario creer en Cristo
para ser salvo, no es una condición
en este pacto. El acto de creer no es una parte del pacto, sino
más bien la base sobre la cual el creyente es admitido para disfrutar
de las bendiciones eternas
que el
pacto ofrece. El pacto no es hecho con los no redimidos, sino con los que creen, y promete que en favor de ellos estará la fidelidad de Dios. «El que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo»
(Fil. 1:6), y toda otra promesa semejante a ésta,
relacionada con el poder que Dios
manifiesta en la salvación
y preservación de los suyos, es
parte de este pacto de
gracia.
En la presente
edad no se tiene en vista para el hombre una salvación que no garantice una perfecta preservación aquí en el mundo, y una presentación final allá en la gloria, de todos los
que son salvos por la sangre de Cristo Jesús. Es posible que haya en la vida diaria del hijo de Dios
algún impedimento para su comunión con el Padre; y como aconteció en el caso de David, el pecado del cristiano puede hacer
que Dios levante su mano para castigo
del hijo desobediente; pero estos asuntos que son propios de la experiencia
cotidiana del creyente, no llegan nunca a
ser determinantes
para el cumplimiento
de la promesa de Dios en lo que se refiere a la eterna salvación de los que Él ha recibido en
su gracia.
Hay quienes recalcan
la importancia y el poder de la voluntad humana, y declaran enfáticamente que la salvación y preservación deben tener como condición la libre cooperación de la voluntad humana. Esto puede ser razonable para la mente del hombre, pero no está de acuerdo
con la revelación que Dios nos
ha dado en las Escrituras.
En cada caso Dios ha declarado
incondicionalmente lo que Él hará en favor de todos aquellos que confían
en
Él
(Jn. 5:24;
6:37; 10:28).
Esta es
en
verdad
una
empresa
enorme que necesariamente tiene que incluir el dominio absoluto aun de los pensamientos e intentos del
corazón humano; pero, por así decirlo, esto no es más irrazonable que el hecho de declarar a Noé que
su descendencia seguiría
los caminos que Dios había decretado, o que el de prometer a
Abraham que él sería el
progenitor de una nación grande y que de su
simiente nacería el
Cristo.
En cada uno de estos casos tenemos la manifestación de la autoridad y del poder soberanos del
Creador. Es vidente que Dios ha dejado lugar para el libre ejercicio
de la voluntad humana. Él ayuda a la voluntad de los hombres, y los ya salvos son conscientes de que tanto su salvación
como su servicio están en completa armonía con la elección que ellos mismos han hecho en lo
más profundo
de su ser. Se nos dice que Dios gobierna la voluntad del hombre (Jn. 6:44; Fil. 2:
13); pero al mismo tiempo vemos que Él apela a la voluntad humana y hace que en cierto
sentido dependa de ella el
disfrute de su divina bendición
(Jn. 5:40; 7:17; Ro. 12:1; 1
Jn. 1:9).
Las Escrituras hablan
en forma incuestionable y enfática de
la soberanía
de
Dios. Él ha
predestinado perfectamente lo que vendrá, y su determinado propósito
tendrá que realizarse; porque es imposible que Él sea sorprendido o sufra alguna desilusión. De igual manera, las Escrituras
enfatizan que entre estos dos grandes aspectos de la soberanía
divina -el propósito
eterno y la perfecta realización del mismo- Él ha permitido suficiente
lugar para cierto ejercicio
de la voluntad humana. Y
al actuar de esta forma no está poniendo en peligro,
de ninguna manera, los fines que Él se ha propuesto alcanzar. El tener sólo uno de los dos aspectos de esta
verdad puede guiarnos o bien al fatalismo, en el cual no hay lugar para pedir en oración ni motivo alguno para buscar el amor de Dios, ni base para la condenación de los pecadores, ni
fundamento para la invitación
del Evangelio, ni significado para gran parte de las Escrituras, o bien a la pretensión de querer desalojar a Dios de su trono. Es razonable creer que la voluntad humana está bajo el dominio de Dios; pero sería lo más irrazonable creer que la soberanía de
Dios está bajo el dominio de la voluntad humana. Los que creen
son salvos y seguros
para siempre, porque así está determinado en el pacto incondicional
de Dios.
b) La salvación futura de Israel es prometida en el nuevo pacto incondicional (Is. 27:9; Ez.
37:23; Ro. 11:26-27). Esta salvación
se efectuará sobre la base única de la sangre que Cristo derramó
en la cruz. Por medio del sacrificio
de su Hijo, Dios es tan libre para salvar
a una
nación como lo es para salvar a un individuo. Israel es representado por Cristo como un tesoro
escondido en
el campo. El campo es
el mundo. Y creemos fielmente que fue Cristo quien vendió todo lo que Él tenía, a fin de poder comprar
el campo y poseer
así el tesoro que allí estaba oculto
(Mt. 13: 44).
En la consideración de estos ocho grandes pactos nunca podrá decirse que se está dando demasiado
énfasis a la soberanía de Dios en relación
con los pactos incondicionales,
o al absoluto fracaso humano en lo que toca a los pactos condicionales. Y podemos estar seguros de
que todo lo que Dios
se ha comprometido a hacer incondicionalmente Él lo hará con toda la
perfección de su infinito Ser.
PREGUNTAS
1. De acuerdo a los pactos teológicos, ¿cuál es el propósito central de Dios y cómo afecta a la
historia?
2. ¿Cuál es el pacto de las obras y cuál es su base
escritural?
3. ¿Cuál es el pacto de la redención y cuál es
su base escritural?
4. ¿Cuál es el pacto de la gracia y cuál es su base
escritural?
5. ¿Cuál es el problema originado
por los pactos teológicos en relación
al plan de Dios para
Israel,
para la Iglesia y para las
naciones?
6. ¿Por qué es preferible tener una visión de la historia
a través de los ocho pactos, más bien que desde el punto de vista de
los pactos teológicos?
7. Distinguir los
pactos condicionales, de los incondicionales.
8. ¿Qué era
el pacto edénico, y cuál fue
el resultado del fracaso bajo el
mismo?
9. ¿Qué era
el pacto adánico, y hasta qué
grado condiciona la vida hoy día?
10. ¿Cuáles eran las provisiones importantes del pacto
de Noé, y hasta
qué grado continúa hoy?
11. ¿Qué promesas
se dieron al mundo entero
en el pacto abrahámico?
12. ¿Qué promesas se dieron concernientes a
la nación de Israel en el pacto abrahámico?
13. ¿Qué promesas se dieron al
mundo
entero
en el pacto abrahámico?
14. ¿En qué sentido el pacto con Abraham era incondicional?
15. ¿Hasta qué punto el pacto mosaico era condicional
y temporal?
16. ¿Hasta qué punto el pacto palestino era incondicional?
17. ¿Cómo explica las cautividades asiria y babilónica
y la dispersión mundial de Israel
a la vista del carácter incondicional
del pacto palestino?
18.
¿Cómo
podría
resumir todas
las
provisiones del
pacto palestino
en
relación a la
desobediencia de Israel, su recolección,
restauración y seguridad
final en prosperidad como una nación?
19. ¿Qué fue
prometido incondicionalmente en el pacto
davídico?
20. ¿Cómo se
relaciona el pacto davídico con el futuro reino
milenial?
21. De acuerdo
al Antiguo Testamento, ¿qué se proveyó en
el nuevo pacto para Israel?
22. ¿Cuándo será
cumplido el nuevo pacto para Israel?
23. ¿Por qué algunos han enseñado que el nuevo pacto tiene una aplicación presente, y cómo puede ser explicado esto?
24. ¿Cómo se
relaciona el nuevo pacto con la
seguridad de la salvación de los
creyentes?
25. ¿Cómo se
relaciona el nuevo pacto con la
soberanía de Dios?
26. ¿Cómo se
relaciona el nuevo pacto con la
futura salvación de Israel?
No hay comentarios:
Publicar un comentario